Lo más importante de una crema para evitar los efectos del sol en la piel no es el precio ni si su factor de protección es 30 o 50, lo sustancial es ponérsela. Los especialistas tienen que recordar con frecuencia esto que parece una obviedad porque, según los datos de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), solo la mitad de las personas que compran un protector solar acaban usándolo. Y esto ocurre a pesar de que se trata de un tratamiento preventivo imprescindible contra el cáncer de piel y también contra otros daños que ocasiona la radiación ultravioleta, como recuerda Javier Pedraz, dermatólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid: “Es el mejor tratamiento antiagin que podemos seguir porque el sol envejece la piel y es, junto al tabaquismo, responsable de la aparición precoz de arrugas. Por otra parte, una buena crema sirve para hidratarla porque tiene un componente graso. La combinación es perfecta”.
Para que los protectores tengan esos efectos es imprescindible usarlos bien, y en eso también se suele fallar, empezando por la cantidad de producto que aplicamos sobre la piel. Aunque el precio ha bajado mucho (en la farmacia pueden encontrarse envases de 400 mililitros por menos de diez euros), no deja de suponer un gasto significativo y la tendencia natural lleva a emplear menos cantidad de la necesaria. El nivel de protección baja al 50% si se utilizan menos de los dos miligramos por centímetro cuadrado de piel que aconsejan los dermatólogos. Para calcular de forma sencilla esta cantidad, Javier Pedraz recomienda una fórmula: “Al echar la crema sobre la piel y extenderla no tiene que quedar remanente”.
“Es el mejor tratamiento antiagin que podemos seguir porque el sol envejece la piel y es, junto al tabaquismo, responsable de la aparición precoz de arrugas
Javier Pedraz, dermatólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid
Si una persona es muy morena el factor de protección que necesita puede ser inferior a 30 (si es negra no requiere protector), pero como norma general es el índice mínimo que debe emplearse. Un fotoprotector 30 filtra el 85% de las radiaciones solares y un 50 el 90%. La diferencia no es muy grande, lo importante es tener la garantía de que el índice que figura en el envase corresponde con la protección real que proporciona.
El abecedario de un lunar

Uno de los errores más frecuentes consiste en aplicarse más protector solar en los lunares que en el resto de la piel, cuando toda la superficie requiere el mismo cuidado. “Hay que tener en cuenta que el 80% de los melanomas aparecen en nuevos lunares, no en los que ya existen”, explica Javier Pedraz. Todos ellos, los antiguos y los recientes, hay que chequearlos periódicamente para ver cómo evolucionan, y si presentan algún rasgo anómalo, extirparlos. La autoexploración consiste en aplicar una regla muy simple y fácil de recordar basada en las primeras cinco letras del abecedario que corresponden con otras tantas características de los lunares.
- A, de asimetría. Si al dividir el lunar por la mitad vemos que la parte derecha y la izquierda no son iguales, hay que ir al dermatólogo. Los normales son simétricos.
- B, de bordes irregulares. Los melanomas tienen entrantes y salientes mientras que en un lunar normal los bordes son regulares.
- C, de color. Los lunares malignos tienen tonos variados mientras que los normales presentan un solo color.
- D, de diámetro. Un lunar grande resulta per se sospechoso. El diámetro de los melanomas es mayor de seis milímetros.
- E, de evolución. Los cambios en el color, el tamaño y la forma debe valorarlos un especialista. Los lunares normales no cambian y, en cambio, los malignos sí.
El problema, como recuerda Pedraz, es que “no existe una normativa estandarizada para calcular el factor de protección”, lo que ha dado lugar a estudios comparativos entre unas cremas y otras, con metodología al menos dudosa, en las que se cuestionaban algunas marcas comercializadas en farmacias. Sin embargo, los dermatólogos no albergan dudas sobre su calidad, en comparación con las pueden adquirirse en los supermercados. “Las marcas de venta en farmacias han consensuado un factor de protección, conocido como Colipa, que sí garantiza que el factor que se publicita corresponde al real”, puntualiza Pedraz.
La capacidad de los protectores solares para evitar el fotoenvejecimiento y prevenir problemas más graves como un melanoma depende también de otro factor especialmente importante en verano: el baño. La leyenda resistente al agua que figura en muchos envases no hay que tomarla al pie de la letra. De hecho, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE UU (FDA) obligó a retirar esta indicación porque es engañosa: el agua disuelve la crema. “Después de dos baños de veinte minutos con un intervalo entre ambos de un cuarto de hora queda un 70% de la protección original”, explica Javier Pedraz. Si una persona se baña habitualmente, debe ponerse crema cada hora. Hay que tener en cuenta que, además del agua, al secarse con una toalla se puede arrastrar hasta el 85% de la que se ha aplicado con anterioridad.