Origen de la hípica
La hípica es uno de los deportes olímpicos con más tradición. Apareció por primera vez en los Juegos Olímpicos de París, en 1900, y desde 1912 la equitación no ha faltado a su cita cada cuatro años. Caser tiene un largo historial de compromiso con esta modalidad deportiva, empezando por el Concurso Internacional de Saltos de Madrid, que patrocina desde hace siete años y forma parte del circuito hípico más relevante del mundo, o el XXVI Sunshine Tour 2020 que se celebra en Vejer de la Frontera (Cádiz). De hecho, en el portafolio de la aseguradora figuran seguros especiales para caballos y de transporte VAN para estos animales.
Buena conducta y respeto al caballo en la hípica
Tanto la Federación Internacional como la Real Federación Española de Hípica incluyen en su reglamento un código de conducta que todos los participantes en sus competiciones deben respetar. Este código garantiza que “en todo momento el bienestar del caballo debe ser primordial y nunca debe estar subordinado a influencias competitivas o comerciales”. No se tolerará aquello que pueda causar sufrimiento físico o mental, dentro o fuera de la competición. Los caballos, por ejemplo, “no serán sometidos a métodos de entrenamiento abusivos, provocarles miedo o para los que no han sido preparados adecuadamente”. El reglamento indica que “el cuidado de los cascos y herraje será de un nivel alto. El equipo debe estar concebido y colocado para evitar el riesgo de dolor o lesión”. En cuanto a los desplazamientos para las competiciones, “durante el transporte, los caballos estarán protegidos contra las lesiones y otros riesgos para la salud. Los vehículos deben ser seguros y bien ventilados, con un alto nivel de mantenimiento, desinfectados con regularidad y conducidos por personal competente. Las personas que manejen los caballos deberán ser de probada competencia”. También se estable que “no podrán competir o seguir compitiendo aquellos caballos que presenten síntomas de enfermedad o cojera o aspectos clínicos preexistentes, cuando suponga poner en peligro su bienestar”. Es interesante observar también que “los concursos no tendrán lugar en condiciones climáticas extremas, si es que el bienestar o la seguridad del caballo pudieran verse comprometidos”.
Igualdad en el salto de hípica
Estamos ante una disciplina modélica en materia de igualdad: es el único deporte en el que hombres y mujeres compiten de tú a tú sin clasificaciones por sexo ni distinción alguna. Prueba de ello es que la alemana Simone Blum se convirtió el año pasado en campeona del mundo absoluta en el concurso de saltos individual. No ha sido, sin embargo, la primera mujer en lograrlo. Ese honor correspondió en 1986 a la canadiense Gail Greenough. Igualmente, compiten conjuntamente caballos y yeguas.
Tampoco la edad, a diferencia de otros deportes, supone una cortapisa para el practicante. En 2012, en los Juegos Olímpicos de Londres, el canadiense Ian Millar, con 65 años, se convirtió en el primer deportista en participar en diez Juegos Olímpicos. La de saltos de obstáculos es, por tanto, una disciplina inigualable en cuanto a integración e igualdad de oportunidades.
En España, el nombre de Francisco Goyoaga figura con letras gruesas en la historia de este deporte. En 1953 se convirtió en París en el primer campeón del mundo en el concurso individual de saltos. Ganaría un año después la medalla de plata y conquistaría el bronce en 1956.
Otros nombres para la gloria son los de “Zapatazo”, “Zalamero” y “Revistade”, caballos montados, respectivamente, por José Navarro Morenés, José Álvarez de Bohórquez y Julio García Fernández de los Ríos, que otorgaron a España, en Amsterdam 1928, la única medalla de oro olímpica por equipos que figura en nuestro palmarés. Veinte años más tarde, en Londres 1948, Navarro Morenés volvería al podio, con una medalla de plata, también por equipos. Fue el primer deportista español en colgarse dos premios olímpicos.

La destreza se premia en la Hípica
Básicamente, la disciplina de salto de obstáculos consiste en franquear a caballo un recorrido de varias vallas construidas con barras, sin cometer ninguna penalización. Se considera falta tanto el derribo de algún elemento de la barrera que debe saltar el caballo como el rehúse de este mismo a afrontar el obstáculo o el contacto de alguna extremidad del animal al atravesar la ría. La desobediencia del caballo, la caída de caballo o jinete, el error al seguir el recorrido y excederse del tiempo previamente estipulado para completarlo también están penalizados con arreglo a una tabla. El derribo de un obstáculo son cuatro puntos, así como la primera desobediencia del caballo. Si el equino toca la ría con alguna extremidad se sanciona igualmente con cuatro puntos. Si caballo o jinete se caen, quedan inmediatamente eliminados. Cuando el caballo desobedece al jinete por segunda vez, también queda eliminado. Si el binomio jinete-caballo se exceden del tiempo concedido para completar el recorrido, recibirán un punto de penalización cada cuatro segundos de más.
En 2012, en los Juegos Olímpicos de Londres, el canadiense Ian Millar, con 65 años, se convirtió en el primer deportista en participar en diez Juegos Olímpicos
La altura de los obstáculos oscila entre 1,10 metros y 1,60 metros. Existe, además, una atractiva variedad de combinaciones. Pueden ser, en primer lugar, obstáculos verticales, en los que todos los elementos se colocan en el mismo plano hacia arriba. Existen también los obstáculos de fondo, construidos de tal manera que exigen a jinete y caballo un esfuerzo tanto a lo alto como a lo ancho. Por último, en un concurso de salto figuran también las rías. Estas no deben contar con ningún obstáculo antes, ni en
medio, ni después del agua. El agua tiene que contar con una anchura mínima de 2 metros y debe estar a nivel del terreno. Los obstáculos, además, pueden agruparse por combinaciones, con la existencia de dobles o triples obstáculos. En este caso, deben estar separados entre sí por 7 metros como mínimo y 12 metros como máximo.