Invertir es algo muy personal. Lo hemos contado muchas veces desde este Observatorio. La selección de los valores o productos financieros tiene que ir acorde a cada perfil de riesgo y a los objetivos de cada uno.
Pero la Bolsa no son matemáticas. En cada jornada las cotizaciones se mueven en función de las noticias de las compañías, del entorno global (como en este caso es la crisis sanitaria por el Covid) o de la propia tendencia del mercado. Siempre hay días mejores y peores, y lo que aconsejan los expertos es tener la mente fría para no caer en la tentación de cometer una decisión equivocada. Porque las emociones influyen, y mucho.
Hay que tener la mente fría para no caer en la tentación de cometer una decisión equivocada. Porque las emociones influyen, y mucho
Una decisión equivocada puede lastrar nuestra cartera con independencia de cuál sea el momento. La clave está en que se dejen de tener en cuenta los factores fundamentales o las razones de peso que llevaron a seleccionar ese tipo de acciones o determinado producto. Cuando un inversor se deja llevar por la corriente, saltan por los aires todo lo que se valoró con anterioridad.
Por tanto, el efecto que pueda tener en nuestra cartera el perder un buen o mal momento de la Bolsa es muy relativo. Por ejemplo, algunas veces, los analistas recomiendan aprovechar las caídas para comprar más acciones de las que se tienen de un valor esperando lograr la recuperación de los precios y, por tanto, una rentabilidad extra en la inversión. Es un tipo de operación que se hace siempre y cuando se tenga la confianza en que el crecimiento y las expectativas de la empresa se mantienen intactas y que las bajadas obedecen a factores externos. Si se toma la decisión de deshacer posiciones por pánico generalizado, cabría la posibilidad de perder las plusvalías que pudiera dar esta estrategia.
Cuando la Bolsa está dominada por la euforia ocurre lo mismo. Cuando las subidas no están fundamentadas y se aguanta o se decide entrar o adquirir más títulos, puede darse el dicho de que la avaricia rompe el saco.
Muchas veces es aconsejable que un asesor tome las riendas de nuestra inversión.