El modo en que hoy se enfocan la agricultura y la ganadería dista mucho de cómo las abordaban nuestros abuelos. Dos condicionantes planean constantemente sobre el mundo del campo. Por un lado, el cambio climático, que no solo mediatiza la producción, sino que exige a los profesionales del sector adaptarse para que su actividad sea lo menos contaminante posible; por convicción y por demanda de la sociedad. Por otro, la revolución tecnológica, que exige una considerable inversión, y a la que deben sumarse para no quedarse atrás en términos de rendimiento y asegurar esa sostenibilidad.
La sostenibilidad en la agricultura y ganadería como objetivo
“La agricultura siempre ha demostrado una gran capacidad de adaptación a los cambios. Sin ninguna duda, está amoldándose al desafío del cambio climático y es una gran aliada para su mitigación”, comenta Rosa Gallardo, directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes (ETSIAM) de la Universidad de Córdoba. “Surgen estrategias de adaptación que varían desde opciones tecnológicas hasta cambios en el comportamiento y estrategias de los agricultores a nivel individual. El aumento de las temperaturas y la disminución de la disponibilidad de agua obliga a la adaptación de variedades, e incluso de cultivos; al rediseño de los sistemas de control de plagas y enfermedades, y a una mayor eficiencia en el uso de recursos, fundamentalmente del agua”.
La deriva del clima
Como recuerda Francisco González Torres, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias, en el seno de la Unión Europea, en marzo de 2020 se adoptaba el Pacto Verde Europeo, un plan estratégico cuyo objetivo es asegurar la sostenibilidad del crecimiento económico, que tiene como uno de los pilares fundamentales la estrategia De la granja a la mesa, con la que se busca apoyar el desarrollo de una agricultura más sostenible. “La Política Agrícola Común (PAC) también ha puesto la sostenibilidad ambiental como uno de sus condicionantes principales a la hora de recibir las ayudas”, añade.
Está demostrado que, por culpa del cambio climático, en el futuro habrá más fenómenos meteorológicos extremos. Hablamos de olas de calor severas; menos lluvias, pero más intensas, y prolongadas sequías. Jorge Olcina, profesor de Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales en la Universidad de Alicante, analizó en 2017 el incremento de inundaciones en el litoral mediterráneo y encontró “una pérdida en la regularidad estacional de aparición de este tipo de episodios”. Es decir: pueden producirse inundaciones en primavera y olas de calor en otoño.

Los riesgos y pérdidas
El alambicado panorama actual de la agricultura y la ganadería implica no pocos riesgos. En cuanto a producción, se cuentan aquellos por falta de cuajado (de origen climático), helada, pedrisco, mala nascencia/no implantación, virosis, ahuecado en sandía y otras adversidades climáticas.
La meteorología también puede ocasionar daños en instalaciones, maquinaria, vehículos, aperos de labranza, productos y mercancías que se utilicen en la explotación, ganado, bienes del campo e incluso edificaciones dirigidas al ejercicio de la actividad, incluidos los almacenes.
En cuanto a plantación, puede producirse incluso la pérdida de la cosecha. Las condiciones climáticas que habitualmente se incluyen en las coberturas de seguros incluyen los daños producidos por la caída de rayos (incendios, explosiones), e inundaciones y otros fenómenos en los que interviene el agua (lluvia, nieve). Aparte, están los daños que no se derivan de las inclemencias del tiempo, como pueden ser desperfectos en maquinaria y vehículos de motor, robos y muerte del ganado por incendio, vandalismo, fenómenos de la naturaleza o ataque de alimañas; también para esto existen pólizas adaptadas al mundo agrícola.
La influencia de estos cambios en la actividad agraria es evidente. Además de los efectos devastadores de inundaciones y sequías, que favorecen la degradación del suelo, pueden producirse cambios en la viabilidad de cultivos y ganado. Los agricultores eligen variedades de cultivos y razas de animales que se adapten bien a las condiciones locales. Si estas se ven alteradas, muchos se verán obligados a replantear su negocio, lo que implica realizar nuevas inversiones, encontrar nuevos mercados y aprender nuevas prácticas. También aparecerán nuevas plagas y patógenos.
Según los geógrafos Barry Smit y Mark W. Skinner, la adaptación de la agricultura al cambio climático pasa por la confluencia de cuatro necesidades principales: desarrollos tecnológicos, programas gubernamentales y seguros, prácticas de producción agrícola y gestión financiera agrícola. A los retos de seguir produciendo con menos recursos y proteger el planeta ante el desafío del cambio climático se une el de garantizar la alimentación de una población que crece. “Producir más, con menos recursos y protegiendo el planeta, solo puede lograrse combinando el aumento de la productividad con la sostenibilidad”, señala Rosa Gallardo. En este escenario, según ella, la transformación digital y las nuevas tecnologías desempeñan un papel esencial: “Ayudan en la toma de decisiones para para ser más eficientes en el uso de los recursos (suelo, agua, productos fitosanitarios…), permiten mejorar las cosechas y reducir el desperdicio”.
Principales avances de la digitalización
La transformación digital, valiosa herramienta de prevención, es ya una realidad en este sector. “Son enormes los avances que se están produciendo con la generación masiva de datos en tiempo real y su análisis para los sistemas de apoyo a la toma de decisiones”, expone la experta. Entre ellos destacan:
- Nuevas constelaciones de satélites (Sentinel) lanzadas por la Unión Europea para la monitorización de la agricultura.
- La computación en la nube.
- Los sensores de bajo coste localizados en el campo o en procesos industriales.
- El Internet de las cosas (‘IoT’).
- El análisis de grandes volúmenes de información de forma rápida (BigData).
- El blockchain aplicado a un sector en el que la trazabilidad y la seguridad alimentaria son imprescindibles.
- La Inteligencia artificial. Todas estas novedades van a ser imprescindibles para una correcta toma de decisiones que impulsen al sector en los próximos años. “La transformación digital no se presenta, por tanto, como una estrategia para ganar competitividad en el futuro, sino como una estrategia de supervivencia para el conjunto del sector», concluye Gallardo.
Robots y drones, a la orden del día
Estas tecnologías, cuya aplicación ya es conocida como agricultura de precisión o agricultura 4.0, abarca también robots, drones y sensores, herramientas que permiten recopilar información relevante sobre el ciclo de vida completo de los cultivos o del estado de los animales. “Y, con ello, una mejor gestión de las explotaciones, y no solo a nivel medioambiental, también económico”, sostiene Francisco González Torres, quien además subraya la evolución de la maquinaria: “El mercado ya cuenta con tractores y máquinas mucho más eficientes energéticamente, que consumen menos combustibles y por lo tanto disminuyen las emisiones, y permiten una mejor aplicación de los insumos”.