Saturar las paredes de imágenes de parientes fallecidos o de imágenes religiosas, la ausencia de iluminación natural u obstaculizar el paso con mesitas y sillas sin función alguna son algunas de las prácticas que contravienen los principios de este sistema filosófico, de origen taoísta. Al distribuir los espacios domésticos sus promotores defienden determinadas premisas que siguen a rajatabla. Dos de ellos, el arquitecto colombiano Rafael Ricardo Guarín y Yolanda Espartosa Navarro, consultora experta en interiorismo y feng shui, defienden las virtudes de esta disciplina que figura en una lista publicada recientemente por el Gobierno con 73 pseudoterapias sin aval científico alguno.
Yolanda Espartosa asegura que el feng shui es una disciplina “totalmente empírica” de raíces orientales. “Hace siglos los chinos utilizaron esta técnica para enterrar a sus antepasados y la integraron en su vida diaria. Observaron lo que funcionaba en la naturaleza y lo integraron en nuestros propios espacios”.
“Coca-Cola, British Airways o IBM son algunos ejemplos de empresas que aplican el feng shui en sus espacios de trabajo”
Yolanda Espartosa Navarro, consultora experta en interiorismo y feng shui
Rafael Ricardo Guarín coincide: “Estoy convencido de sus atributos y he corroborado sus resultados. El buen feng shui se vertebra en dos grandes líneas: solucionar problemas de salud y adecuar los impulsos positivos al inconsciente a través de la decoración (materiales, forma y colores)”. Guarín añade un tercer nivel, “estudiar la compatibilidad de personas en un espacio” mediante cálculos de astrología china, pero advierte de que es ese aspecto el que, en nuestro medio occidental, se incluye precisamente en el capítulo de la pseudociencia.
¿Incluso el arquitecto Norman Foster piensa en feng shui?
Como todo fenómeno de moda o tendencia social, el feng shui es a veces territorio fértil en Occidente para charlatanes o divulgadores disfrazados de impostor. Pero donde se lo toman muy en serio es en Hong Kong, enclave bajo el dominio colonial británico durante muchos años y transferido a China en 1997. Tras la época del imperio, la proclamación de la república en China prohibió la tradicional filosofía del feng shui, que encontró entonces en Hong Kong, Malasia, Tailandia y Taiwán sus grandes cunas de adopción. Destaca Hong Kong, por encima de todas. Solicitar un permiso de construcción en este populoso enclave requiere presentar un proyecto de feng shui avalado por un maestro titulado. Algo similar a la licencia de actividad para un comercio en España.
En Hong Kong se desarrolló una de las batallas arquitectónicas más encarnizadas de feng shui. La construcción de la sede del Bank of China dio lugar al edificio más agresivo del mundo en términos de feng shui, gracias a unos amenazadores triángulos en la fachada que miraban directamente a los competidores de la zona. El Hong Kong & Shangai Bank, obra de Norman Foster, reaccionó ubicando en su azotea elementos que recuerdan a dos cañones para protegerse del edificio atacante.
En otras palabras, según él, “una persona nacida en el año del caballo [1906, 1918, 1930, 1942, 1954, 1966, 1978, 1990, 2002, 2014] necesitaría un espacio más abierto, con poca decoración, limpio y con una ventilación muy eficiente”. En el extremo opuesto, una persona nacida en el año del ratón [1900, 1912, 1924, 1936, 1948, 1960, 1972, 1984, 1996, 2008, 2020] precisaría de una vivienda menos diáfana, con un hábitat “algo más sinuoso y complejo para reafirmar su sensación de protección y prevención”.

Arraigo oriental
Así es el feng shui, que se fundamenta en un principio: la existencia de dos fuentes básicas de energía que circulan en el planeta: el Chi y el Sha. El Chi es un compendio de la fuerza de la naturaleza que debe fluir libre y espontáneamente en cada rincón del hogar. Cuando algo lo obstaculiza, los inquilinos sufrirían problemas como falta de concentración, desgana, irritabilidad o estrés. Por su parte, el Sha es la fuerza opuesta, de carácter negativo, que obstruye la corriente armónica y benéfica que genera el Chi.
Cierto componente esotérico del feng shui puede provocar rechazo en determinados estratos de población. “He tenido la suerte de haber estudiado el feng shui de una forma estructurada”, afirma Rafael Ricardo Guarín; “también la radiestesia, la geobiología, la ciencia bioclimática y la bioconstrucción. A algunos constructores, jefes de proyecto y directivos tradicionalistas les presento mis proyectos bajo el rubro de domobiótica, que es la suma de todas estas disciplinas”.
La clientela del feng shui
Según el arquitecto Guarín, quienes recurren a este método son personas que persiguen el equilibrio en sus vidas y calidad en su confort perceptivo. “La mayoría está saturada de consumismo y busca algo más verdadero en su existencia”. Yolanda Espartosa, por su parte, ha tenido clientes muy variopintos. “No necesariamente los que tienen mayor poder económico son quienes acuden. Sí puedo confirmar que han sido siempre mujeres las que han me han visitado, pero luego sus parejas han participado de forma activa en las recomendaciones proporcionadas”.
En este contexto, llama la atención el salto del feng shui a círculos de la élite de los negocios. “Hay empresarios de alto nivel que buscan un extra para ser más competitivos en sus distintas actividades a raíz de que arquitectos como Norman Foster y Tadao Ando, o que el propio Donald Trump, presidente de Estados Unidos, comenzaran a hacer público el uso de estas técnicas”.
La buena salud de una empresa, añade Yolanda Espartosa, “depende de tener una ubicación adecuada. Coca-Cola, British Airways o IBM son algunos ejemplos de empresas que aplican el feng shui en sus espacios de trabajo”.