Quererse a uno mismo debería ser una asignatura emocional obligatoria. Porque si olvidamos tratarnos bien y asumirnos como somos, ¿cómo vamos a poder hacerlo con otras personas? “Colocamos las necesidades y las voluntades de los demás por delante de las nuestras, y nos dejamos de lado. Comparamos nuestra situación con fotos de un instante concreto retocadas con muchos filtros y nos preguntamos qué estamos haciendo mal”, asegura Jayne Hardy, autor de Proyecto Self-Care (Editorial Zenith), un manual muy adecuado para descubrir el poder de cuidarnos.
Aprender a conocernos
Ahora bien, ¿en qué consiste, en realidad, eso que llamamos autoestima? Como explica la psicóloga clínica Violeta Alcocer, se trata del resultado de dos factores esenciales: “El autoconocimiento es una especie de gran almacén que alberga lo que sé de mí en todas las esferas de mi vida: ideas, emociones, necesidades, deseos…”, comenta. Muchos de esos elementos tienen que ver con nuestras propias limitaciones personales, con nuestros puntos más vulnerables. Pero también con nuestras fortalezas, con aquellas cosas que nos hacen más capaces. “En segundo lugar, el autoconcepto es la manera en la que me relaciono con lo que sé de mí mismo. Sería el juicio (positivo o negativo) que hago de mí: si muestro aceptación con respecto a quien soy, incluso con mis limitaciones, tendré una sana autoestima que me permitirá tomar decisiones para mi propio cuidado y bienestar”, resume la doctora.
Una autoestima adecuada, por tanto, no significa tener un concepto altísimo de uno mismo, sino que esté bien integrado, con nuestras luces y sombras. “Que me haga llevarme bien con ambas para que no impidan mi crecimiento personal”, explica.
“Una autoestima sana significa tener un concepto de mí mismo completo y bien integrado, con mis luces y mis sombras”
Violeta Alcocer, psicóloga
En equilibrio, sin edad

Descubrir quiénes somos en realidad y aprender a querernos no tiene fecha de caducidad. Cualquier momento es idóneo para cultivar una sana autoestima, tengamos la edad que tengamos. Pero hay situaciones especiales que complican esa búsqueda personal, en especial, entre las personas más mayores: por ejemplo, una experiencia como la pandemia, con su largo confinamiento que ha obligado a muchos a vivirla en soledad, con miedos, dudas y una necesidad imperiosa de compartir sus emociones con alguien. Para contribuir a paliar el impacto que las duras consecuencias que esta situación está teniendo en la población española en general y, especialmente, en algunos de los colectivos más afectados, la Fundación Caser ha puesto en marcha un servicio de acompañamiento telefónico – atendido por un grupo de trabajadores sociales con gran experiencia– a disposición de personas mayores de 70 años que se encuentran solas en sus domicilios durante el confinamiento. Además ha habilitado un servicio de apoyo psicológico a familiares de fallecidos por el coronavirus o profesionales que se enfrentan a situaciones de estrés a causa de la pandemia. Para ello, un equipo de psicólogos profesionales especializados asesorarán y ofrecerán herramientas para enfrentarse a esta situación excepcional, tanto en lo referente a la lucha contra el virus (estrés, miedo, duelo y contagio, entre otras), como en las consecuencias derivadas del confinamiento.
La opinión de los demás siempre aporta
Aceptarnos como somos, sin criticarnos ferozmente ni ser en exceso permisivos, animándonos a mejorar, es una tarea que cada uno debe llevar a cabo de manera particular, sin falsedades ni excusas; sin embargo, la opinión ajena puede influirnos con demasiada facilidad. “No hay nada malo en saber lo que los demás piensan de nosotros”, dice la psicóloga. “Pero esa información debería pasar a formar parte de nuestro autoconocimiento, no de nuestro autoconcepto. Porque las valoraciones que hago de mí mismo no pueden establecerse a través de la mirada ajena”.
La clave para que esas opiniones no hagan mella en nuestra autoestima es fortalecer y darle mucho más valor a lo que sé de mí mismo que a lo que los otros digan. “Detenernos para observarnos y saber cuáles son nuestras reacciones y deseos, darles peso y legitimar todo lo que soy, lo que siento. Eso hace que seamos más fuertes para poner las opiniones ajenas en una balanza, sopesarlas y decidir su influencia”.
Herramientas para encontrar el punto medio
Que nadie piense que cultivar nuestra autoestima es un acto de egoísmo. ¡En absoluto! Aunque si traspasamos un sano equilibro y dejamos que solo cobre importancia lo que de positivo hay en nosotros, estaríamos ya hablando de conductas narcisistas, tal como explica Violeta Alcocer: “Tener una buena autoestima no es estar conectado siempre con mis fortalezas. Una buena estima se cimenta en seres humanos de carne y hueso, con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas”. Una conclusión que debería convertirse en una especie de mantra vital también para aquellos que no son capaces de ver en sí más que defectos: nadie es mejor ni peor que el resto; todos somos valiosos.
Ahora bien: ¿cómo encontrar ese punto medio del que nos habla la experta? No queda más remedio que hacer un trabajo personal y buscar las herramientas precisas con las que me puedo observar y conocer mejor:
- Libros de autoayuda contrastados.
- Talleres de crecimiento personal.
- Meditación.
- Prácticas de yoga o retiros espirituales.
- Ayuda de un profesional cualificado.
Y luego, para mejorar nuestro autoconcepto, con todo ese bagaje adquirido, resulta fundamental trabajar la aceptación, flexibilizar el ideal que tenemos de nosotros y practicar la autocompasión, es decir, tratarnos a nosotros mismos con amabilidad, sin criticarnos ni castigarnos por nuestros errores cotidianos. Solo así encontraremos una relación sana y madura con nosotros que nos hará comprender que cada uno es, sencillamente, único.