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La mayor parte de las personas que ahorran y quieren acercarse a la inversión por primera vez se hacen la misma pregunta: ¿gestión activa o pasiva? El objetivo en ambos casos es sacar la máxima rentabilidad a los ahorros, y la elección puede venir determinada por la diferente tolerancia al riesgo de cada persona.
No es que una de las dos opciones de gestión sea preferible a la otra. Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Solo en función de nuestras necesidades y a través de una reflexión previa sobre cuál es la que más nos conviene podemos tomar la mejor decisión.
Gestión activa y gestión pasiva: qué es
La gestión activa es una estrategia clásica y muy popularizada en el mundo inversor, que tiene como objetivo batir al mercado. En la gestión activa, el gestor seleccionará los activos de la cartera de inversión y elegirá aquellos que considere que se comportarán mejor en el futuro. Aunque podemos llevar la gestión por nuestra cuenta, como particulares, lo habitual es dejar la inversión en manos de un gestor, que se encargará de administrarla con el fin de obtener la máxima rentabilidad, revisando las estrategias periódicamente.
En cambio, en la gestión pasiva lo que se busca es replicar un índice bursátil, que se convierte en la referencia a seguir. Con esta fórmula el gestor tiene un papel menos relevante, ya que sus análisis sobre la situación del mercado carecen de importancia a la hora de seleccionar los activos de la cartera de inversión.

Diferencias entre la gestión activa y pasiva de fondos
Una de las diferencias fundamentales entre la gestión activa y la pasiva es que en la activa los gestores enfocan su estrategia de inversión desde un punto de vista analítico. Esto supone hacer un seguimiento continuado para identificar las mejores opciones y asumir mayores riesgos que, sin embargo, pueden conducir a mayores beneficios. Un inversor activo está decidido a soportar mayores pérdidas, pero tiene como objetivo obtener un retorno mayor.
En la gestión pasiva, sin embargo, se apuesta por la diversificación a largo plazo con el objetivo de tener una buena rentabilidad en un futuro. Esta fórmula no requiere análisis continuados ni tampoco un seguimiento constante porque nuestra rentabilidad depende del comportamiento del mercado y las expectativas de beneficios están bien constituidas desde el primer momento. Una de sus desventajas es que el inversor tiene menos variedad de opciones en las que invertir en comparación con la gestión activa.
Gestión activa vs. gestión pasiva
En épocas de crisis son muchas las personas que se replantean su estrategia de inversión. Sin embargo, los expertos apuntan a que, en ocasiones, no es necesario optar por uno de los dos enfoques. Existe la opción de combinar ambas estrategias, primando aquella que se adapte mejor a nuestro perfil inversor.
Lo importante, en cualquier caso, es entender los posibles riesgos de cada opción. Para ello, resulta conveniente contar con profesionales como los asesores comerciales, capaces de identificar las necesidades de sus clientes y orientarles acerca de qué es lo que más les conviene. En una época de inestabilidad de mercados como la que vivimos, en la que muchas personas se están planteando estrategias tan volátiles como invertir en criptomonedas, contar con la opinión de especialistas nos ofrece garantías, especialmente si no tenemos experiencia a la hora de invertir nuestro dinero.
Muchos ahorradores se acercan al mundo de la inversión con dudas a la hora de decantarse por una gestión activa o pasiva. Para este perfil existen en el mercado seguros de ahorro e inversión con diferentes soluciones que permiten crear, rentabilizar y disfrutar de los ahorros, y planes de inversión adaptados a los nuevos tiempos, bajo la supervisión de expertos.