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Igual que tenemos un fondo de armario –esas prendas comodín que siguen con nosotros temporada tras temporada por aquello de que “no pasan de moda y nunca se sabe cuándo nos las querremos poner”–, también en nuestra cocina tenemos un ‘fondo de despensa’. Puede ser de lo más heterogéneo: esos espárragos y pimientos del piquillo de aquel viaje que hicimos a Navarra, aquellas verduras en conserva que nos trajo nuestro primo de Calahorra, la humilde lata de jamón en su jugo que no recordamos de dónde salió, o esa selección de conservas –perdiz escabechada, paté a la cazadora, una mermelada de cebolla confitada…– que llegaron en la cesta de Navidad y que guardamos sin saber muy bien cuándo nos vamos a decidir a ponerlas en la mesa. Pues bien, éste puede ser el momento.
Y puede serlo porque vivimos días en los que, posiblemente por vez primera, nos estamos haciendo un montón de preguntas al hacer la compra o al planificar nuestras provisiones. Y entre esas preguntas está la cuestión de la durabilidad de los alimentos: “Nos han recomendado ir al supermercado lo menos posible para, así, reducir la exposición y evitar el contagio”, explica Mireia Elías, dietista-nutricionista de Instituto Centta. «En estas circunstancias, uno de los problemas que nos encontramos es que, al comprar una mayor cantidad de alimentos, resulta más fácil que se nos estropeen y haya que tirarlos”.
Es ahí donde latas y conservas pueden sernos de utilidad; no solo esas que, como decíamos, languidecen en un estante de nuestra despensa sin que las prestemos atención, sino también las que podemos incorporar al carrito de la compra sin temor a su fecha de caducidad, y a nuestra dieta con la tranquilidad de que son alimentos saludables.
“Se trata de saber elegir bien, porque comer ‘de lata’ puede ser una opción estupenda… o un desastre total”
Arturo López, dietista-nutricionista
¿Saludables, de verdad?
“De eso se trata, de saber elegir bien, porque comer ‘de lata’ puede ser una opción estupenda… o un desastre total”, expone Arturo López, dietista-nutricionista. No es lo mismo un bote de fabada que uno de alubias cocidas, ni una lata de callos que una de jamón cocido en su jugo, ni un bote de piña en almíbar que uno de piña al natural. También, recuerda López, hay que tener en cuenta “el contenido de sal, que en algunas latas se dispara. La Organización Mundial de la Salud fija el máximo saludable en cinco gramos al día; el problema es que la mayoría de la que tomamos está oculta en los alimentos procesados. «Debemos tener en cuenta que la mayoría de los alimentos envasados usan como conservante el sodio, por eso nos interesa leer bien las etiquetas y elegir aquellas que tengan un contenido menor”. En las conservas y en los tarros, hay que buscar productos cuyo límite en la etiqueta nutricional por 100 g no supere los 1,25 g de sal.
También Mireia Elías es rotunda al afirmar que debemos leer el etiquetado. Ya no solo por la sal, sino para evitar alguna que otra sorpresa que pueda estar presente en determinadas conservas. “La etiqueta nos va a indicar, de mayor a menor cantidad, los ingredientes que contiene el producto; a partir de ahí, lo mejor será hacer uso del sentido común. Si veo que en un blíster de jamón o en un bote de verduras aparece azúcar (algo que no tiene mucho sentido, pero puede pasar), deberé descartar el producto por completo”.
“Agua y sal” y “al natural”
La idea es no solo aprovechar ese fondo de despensa, sino también intentar que contribuya a una dieta saludable. “Si estás comprando verduras y legumbres en conserva, los únicos ingredientes extra deberán ser agua y sal”, explica Mireia Elías. “Si compras pescados en lata, procura optar siempre por los que están ‘al natural’, sin que lleven aceite: aunque ponga ‘de oliva’, nunca será virgen extra”, concluye.
Otro objetivo es tratar de hacer menús equilibrados y, dado que no tenemos mucha capacidad para hacer deporte en estos días, intentar reducir las calorías. Una vez más, el sentido común manda. Como señala Arturo López, un bote de garbanzos nos puede servir para hacer un cocido… pero también para hacer hummus; unos pimientos del piquillo los podemos hacer salteados con ajo, pero también rellenos de besamel y rebozados. “En nuestra mano está hacer un buen uso de latas y conservas en un momento tan especial como éste”, asegura.