¿Te has preguntado alguna vez cómo se calcula la remuneración de un producto de ahorro? ¿O por qué un seguro de defunción cuesta ese precio y no otro? ¿Alguna vez un banco te ha denegado un préstamo? Detrás de todas esas decisiones hay personas con conocimientos en actuariales.
La ciencia actuarial se encarga de estudiar los riesgos financieros y de seguros para entidades y empresas. Para ello se sirven tanto de modelos matemáticos complejos, como de fórmulas algorítmicas capaces de interpretar la economía a través de la probabilidad de sucesos y escenarios. De esta forma, evalúan y valoran los riesgos para así gestionarlos de forma eficiente, tanto estimando la probabilidad de que ocurran ciertos escenarios, cómo diseñando qué hacer para limitar su impacto.
Actuaría: demanda del perfil profesional
En España Actuariales no es un grado superior, pero varias universidades ofrecen esta especialización mediante un máster. Lo más habitual es que se requiera una formación previa en económicas, estadística o matemáticas, aunque otras carrera de ciencias también aportan una buena base.
Los actuarios suelen ejercer en aseguradoras, consultoras, firmas de auditoría, entidades financieras e instituciones públicas. «Es fundamental en el desempeño de su trabajo una importante capacidad crítica y de análisis», tal y como explican desde el área de consultoría de pensiones de Caser, ya que al actuario de seguros «le corresponde en exclusiva todo lo referente a cuestiones de técnica matemática y económica». De hecho es un puesto de trabajo que demanda habitualmente en Caser.
Se trata de una profesión con muy baja tasa de desempleo y son muchas las entidades que están en constante búsqueda de este perfil laboral. Así lo constata Carla de Francisco García, de la segunda promoción del máster de la Universidad de León: «en la primera promoción el 100% de los alumnos encontraron trabajo al finalizar. De la mía incluso a un compañero le contrataron en una entidad financiera como actuario antes de finalizar el máster. Por mi parte tampoco tuve mucha dificultad, ya que tenía claro que quería trabajar en una consultoría y me seleccionaron en la primera entrevista que hice, habiendo enviado apenas unos pocos currículos», asegura.

La actuaría en la práctica
Para romper el desconocimiento que hay en la sociedad sobre ellos, estos profesionales han lanzado iniciativas que enseñan en la práctica para qué sirve su trabajo. Por ejemplo el Col·legi d´Actuaris de Catalunya ha desarrollado una calculadora para estimar nuestra esperanza de vida y que utiliza la misma tecnología que usan estos economistas, matemáticos o estadísticos en sus tareas diarias para calcular probabilidades. En este caso saber que hay un 50% de posibilidades de morir antes del año estimado y otro 50% de hacerlo después serviría, por ejemplo, para fijar la prima que debe pagarse por un seguro de vida.
El efecto de la regulación Solvencia II
Además, la entrada en vigor de Solvencia II en 2016 ha hecho «que el papel del actuario dentro de las compañías aseguradoras sea más relevante que en su faceta tradicional, abarcando aspectos cualitativos, además de los puramente cuantitativos, encaminados principalmente a reforzar la cultura basada en la gestión del riesgo», señalan los expertos de Caser.
Esta nueva regulación implantó un nuevo mecanismo de determinación de la solvencia de las entidades aseguradoras y del capital regulatorio que deben constituir en función del nivel de riesgo que asuman, con la finalidad de proteger a los asegurados ante cualquier situación adversa que pudiera poner en peligro las garantías de las compañías ante los asegurados.
Transformación de la actuaría
Pero lo cierto es que la tecnología y la innovación está transformando la actividad de estos profesionales y los actuarios ya no limitan su trabajo a las compañías aseguradoras o a las entidades financieras. Hace años que la valoración de riesgos se utiliza en muchos otros sectores para conocer el comportamiento de los clientes o calcular de manera óptima los precios a aplicar a productos o servicios.
Incluso en medicina se ha empezado a sacar partido a los modelos de cálculo para, por ejemplo, decidir qué tipo de terapias preventivas son más eficientes, económicamente hablando, en función del riesgo de longevidad o la edad biológica del paciente.